Me producía un intenso placer caminar en medio de ese silencio, mientras la inmensa mayoría de la gente seguía metida en su cama. Ahora veo que esas caminatas eran una forma de despertar a fondo, o sea, de empezar a escribir, de calentar la pluma. Quien escribe avanza por una delgada línea entre cientos de equivocaciones posibles y caminar a esa hora por la ciudad dormida era como abrir un surco, dejar que se evaporara el resto del ayer que había en mí y estirar el papel para las palabras del hoy que comenzaba, pues la verdadera dificultad de escribir se reduce en el fondo a encontrar las palabras del día, las que nunca fueron dichas hasta hoy y que mañana ya serán inapropiadas e irrepetibles.
Fabio Morábito, “ El hombre del croissant” en También Berlín se olvida, 70.
Fabio Morábito, “ El hombre del croissant” en También Berlín se olvida, 70.
( ay, ay!! y yo que llevo tres años y muchos días sin lograr que las cobijas se me despeguen: Don Fabio hacía sus caminatas entre las 5:30- 6:00 de la madrugada: ay!)
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