Antes de todo : está la premura por llegar, tocar el teclado: la premura por la escritura: la prisa: ese tipo de deseo incontenible: ¿ qué se desea realmente cuando se desea el deseo de la escritura?
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Escritura como telegrama:
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Día extrañamente lluvioso. Un día de enero. Dije que cuando tuviera la respuesta. Su respuesta sería inmensamente feliz: lo soy. Leo el relato de un día hermoso, de un día feliz. Percibo, en esas líneas, en ese mensaje, la felicidad, el cariño de los años, la complicidad de la escritura, el guiño de complicidad por los paisajes, las risas, los encuentros, las muchas veces del mismo espacio en el mundo. Como alguien dijo: cómo decir todo eso, con apenas esto.
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Entonces me doy cuenta del tiempo, de las palabras, de todo: algo inmenso. Y afuera puede seguir lloviendo y puede ser uno de los días más fríos de enero. Y nada cambia. Entonces es el momento de escribirlo: Me LLamo Días En Que Soy Feliz.
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Las melodías de fondo: cannoball, volcano y cold water de Damien Rice.
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Lo que repito: la escritura, el futuro. Todo eso. Todo esto.
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Lo que aún está: hay un golpe de felicidad en el vientre. El deseo atroz de la escritura. Por la escritura. Hay más.
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