El caso es que todo mundo parece estar en contra de los perros fornicadores: el hombre que, del otro lado, en la acera contraria a la nuestra, llega a su casa y, para llegar a la puerta principal, corre a piedrazos a los perros que fúricos le recriminan la interrucpción. Sobretodo cuando la hembra comenzaba a ceder.
Después una mujer y un púber, probablemente su hermano, harán lo mismo: correr a los pobres perros fornicadores, víctimas sólo de su instinto, con cubetazos( y eso que ya llueve) y piedrazos. La pregunta obligada: ¿ Por qué todo mundo está en contra de los perros fornicadores?¿Será por qué a los caninos les importa poco el agua?¿ Por qué los corredores de perros fornicadores ni por error fornicarían en las banquetas? ¿ Por qué los caninos carecen de pudor ? Es esto acaso lo que antropólogos, sociólogos, sexólogos y especialistas reconocidísimos denominan: Síndrome de envidia por la calentura canina. Sin duda alguna.