Yo fui la turbia novia cuyas piernas se humedecieron con la luz
de la tarde incurable.
Mi vientre, mi carne limpia, mis anhelantes muslos
fueron la pasta de la caricia y sus garras indóciles.
Fui tocada, invadida, sentí crecer la fresca sal en mi entrepierna
--y luego, hasta mis labios, subir aquella mano que me estaba
apresando.
Gramos de la otra carne pesaron en mi boca y atardecía
--y el cuarto se llenaba con un ahorcado aire de repletos
olores: los homicidas perfumes
del vello excitado, de la mano empapada, del seno mío besado
por un ser que mi cárcel fue, y mi súplica muda,
durante esos minutos de la ropa tirada y la ropa quemada.
Mi vello fue su deleite y mi salda carne su sediento festín.
Yo, turbia novia, en medio de la sedimentada luz violácea.
( Incurable , David Huerta)
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