Estoy en el ,así llamado, jardin cibernético: Biblioteca Central. Al parecer pronto lloverá. Lejos: cantos extraños, quizá Krishnas, quizá no. Si me recuesto en la banca veo el cielo, la constipación de nubes. El viento hace que hojas y florecillas caigan mientras escribo. Esta pantalla se llena de un polvo especial. Estamos, entre nosostros, en silencio. Si me hubiera preguntado hace años en dónde estaría, la respuesta no hubiera sido ésta: un paisaje de clima cambiante, viento, sonidos, silencio. La música un karma repetitivo. Todo eso después de una primer clase en la que volvieron las preguntas: ¿qué hace a la prosa ser prosa? ¿ qué hace a la poesía ser poesía? Después de haber escrito, con Jen, con cierto Priamída, un cuento al que le van los adjetivos :disparatado, absurdo, inconexo. Pero el cuento freak rifa. Sí que rifa. Lo que veo a mi alrededor: alguien lee, alguien escucha, alguien dicta algo; el edificio de rectoría: el mural, las aves. El mural de O´Gorman. Los árboles. Estos dedos. Y no sé si estoy dentro. Sí estoy afuera. Sólo eso la levedad de estar. Sobre la tierra. Todo esto cuando es febrero. Cuando el viento aún arranca hojas de los árboles. Levedad.
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