3.6.07

Enhorabuena!!


Toluca, el Edomex, Atlaco... y anexos, estrenan escritora( uyy que raro se escucha eso), ok, se trata de Laura Zuñiga Orta, entrañable amiga y compañera del Taller de Escrituras Colindantes, y también becaria del CTE, quién publica su primera novela No tiene nombre el paraíso. Por supuesto que estuve en la presentación, que fue dentro del marco de la Feria del Libro en Toluca( o algo así) y en un lugar llamado Capilla Exenta, que rifa. Y lo que más rifo fue el texto de presentación, escrito por mi querida crg y leído por Eduardo Osorio, y por supuesto Laura, felíz, con el nervio, con todo, pero sobretodo con mucho entusiasmo y emoción. En la dedicatoria Laura me dice que espera con ansia mi libro: compartimos el ansia, la espera. Anexo foto del libro que se consigue en el CTE(o escribán a bramstok@gmail.com), a un precio de verdad increíble y que vale la pena: Laura Zuñiga es sinónimo de excelente, disfrutable, y entrañable escritura.


Les dejo el texto de Cristina Rivera y la photo del libro.
LA ESCRITORA LAURA ZÚÑIGA[Texto para la presentación de la novela No tiene nombre el paraíso (Toluca, Centro Toluqueño de Escritores, 2007), de Laura Zúñiga]
Mejor te escribo una carta, Laura, o una semi-carta porque ¿qué carta que se respete es escrita para ser leída en público después de todo? No podría, o no querría, Laura, en todo caso, comentar tu libro, tu primer libro, tu maravilloso primer libro, como si nunca te hubiera visto entrar en el salón de clase —la larga cabellera castaña, los ojazos verdes, y esa carcajada estridente, toda tuya, un poquito demencial— diciendo “¿cómo estás Big Drama Queen?”. No puedo, vayamos al grano: no quiero, hacer como si no me hubiera llenado de gusto el día en que descubrí que ganaste el segundo lugar de aquel concurso de cuento que, a nivel de todo el sistema, organizó la biblioteca del ITESM-Campus Toluca y como si, meses después, no hubiera andado yo comentado entre propios y extraños que habías ganado la beca del Centro Toluqueño de Escritores como si se tratara de uno de mis logros. Presumidilla. Orgullosa. Algo ufana, ¿por qué no? El autor de un texto, aún si ese texto es una semi-carta, tiene que posicionarse, eso dicen, y, luego entonces, me posiciono. Te conozco desde hace tiempo, en efecto, Laura; como a muchos de mis alumnos, te he visto crecer. Me ha tocado ese privilegio.
Por eso fue tan difícil abrir tu libro. Confesión tristísima: con la edad, Laura, uno se acostumbra a temer lo peor. Uno ha leído, después o antes de todo, suficientes, o acaso demasiados, primeros libros. Uno sabe morderse con discreción la orilla izquierda del labio inferior. Uno siente nervios. Pero ahí estaba la portada, tu nombre, y no había alternativa: lo abrí. Dos o tres páginas después respiraba ya con alivio. Luego, como sucede con los buenos libros, me olvidé de ti y me interné en ese bosque donde se yergue la cabaña en la que habitan ese hombre de mediana edad y esas dos mujeres jóvenes a las que el mundo da por desaparecidas. Apenas un par de páginas y estaba, pues, adentro del libro, dentro del lenguaje del libro, esperando ya no lo peor, sino más.
Sospecho que en otras manos esta historia pudo haber sido una secuela del lugar común: una denuncia muy contemporánea: un reflejo de lo real: un guiño para el editor a caza de temas actuales (¡Dos jovencitas secuestradas por un hombre que desea construir su propio paraíso!). En las tuyas, en tu teclado para ser más exactos, éste es, sin embargo, un libro, es decir, un mundo, es decir, dos libros. Por una parte está ahí la descripción minuciosa y sensual de los hechos: un hombre medianamente enloquecido y medianamente normal planea y lleva a cabo el secuestro de dos jovencitas que terminarán por olvidar o rechazar sus viejos nombres, sus nombres de pila; por otra, también se desliza ahí la pregunta que las palabras no declaran, el cuestionamiento que le corresponde al tendido mismo de las frases, ¿qué es un secuestro?, ¿hasta donde llega la voluntad?, ¿importan, de verdad, los nombres?, ¿podremos, alguna vez, ir más allá del cuerpo?
Tu primera novela es una metáfora del amor, Laura.
En una estructura sabiamente fragmentada que recurre, además, a varios registros —el guión de radio, el formato del mensaje electrónico, la increpación en segunda persona, la puntuación fantasma de la que sólo da fe la aparición súbita de las mayúsculas, el narrador omnisciente— el hombre y las jovencitas se internarán en una complejísima relación de poder que les marcará, porque emerge de ahí, el cuerpo. Ni modo, tuve que pensar en la muy hegeliana lógica del amo y el esclavo cuando las vi escapar y, luego, regresar a la fuerza, cubiertas de sangre y lodo, todavía más aterradas. Tuve que pensar en las múltiples formas de resistencia que las mujeres adoptan en circunstancias tan extremas: desde el rechazo frontal, que es castigado brutalmente, ya con golpes o ya con la falta de alimento, hasta el ofrecimiento sexual, que pronto se confunde (¿o se convierte?) en otra cosa. Tuve que pensar en el adiestramiento cruel que el hombre impone en el orden de la cabaña y en la manera en que la sumisión ¿forzada? de las mujeres logra sobreimponerlo, a su vez, sobre él. Tuve que pensar en su placer, el de ellas, en sus pequeños gustos.
Y usted, señora, ¿no se quitó también su apellido para tomar el de él?
Lo que sucede en ese bosque pasa en todos lados. De una manera u otra, ya por negligencia o por maldad o por costumbre o porque no sabemos hacer otra cosa, todos estamos secuestrados, eso pareces decir, ácida y malpensada, Laura Zúñiga. Tú. En nuestros cuerpos, que son una cabaña múltiple y recóndita, se lleva a cabo siempre esa batalla ancestral: el deseo que encadena, la utopía que produce monstruos, la gestación que interrumpe cualquier versión del paraíso. Todo esto en el contexto, apenas vislumbrado y no por ello menos presente, de un país donde se matan mujeres a diestra y siniestra (si mal no recuerdo, el número de femenicidios en el estado de México fue de 17 sólo en enero de 2007); en un país donde, a raíz de la transcripción de una llamada telefónica, ¿verdad, mi góber precioso? y la valentía de una periodista, poco a poco se corre el velo del abuso infantil. Todo esto aquí, Laura, en una montaña. Aquí, Laura, debajo de la piel.
Tu primera novela es una meditación inmisericorde sobre las complicidades que hacen al poder, Laura.
Pero el hombre de mediana edad que sueña con su propio paraíso sueña también (¿serán cosas distintas?) con la escritura. Si secuestra y somete y desnuda y horada es porque ese hombre utópico quiere construir, literalmente, a sus propios personajes. Vivir con ellos. Darles vida, quitársela. Vil y necesitado, manipulador y sediento, el hombre que escribe una novela juega también a ser un dios absurdo. ¿Y qué se hace cuando los personajes te creen? ¿Qué se hace cuando lo logras?
Tu primera novela, Laura, es, sobre todo, esa pregunta.
Una de las respuestas pudiera ser: entonces se escribe un segundo libro, luego un tercero, luego. En todo caso y, mientras tanto, el mapa literario de este Tíbet mexicano (como ha bautizado el poeta Juan Carlos Bautista a las Altísimas Tierras Altas) tiene ya tu nombre. El nombre de la escritora Laura Zúñiga.
--crg

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