21.6.04

Refusaniks

Jonathan Ben Artziel, símbolo pacifista israelí
FERRAN SALES/EPS/EL PAÍS
El Universal
Domingo 06 de junio de 2004
Internacional, página 3


Un joven estudiante, sobrino del ex primer ministro Benjamín Netanyahu, se ha convertido en representante de los `refusenik`


Ser pacifista en Israel no es bien visto. Sobre todo si perteneces a una de las grandes familias de este país y eres sobrino de un ex primer ministro, Benjamín Netanyahu. Al menos, ésa es una de las primeras conclusiones a las que ha llegado Jonathan Ben Artzi, de 21 años, estudiante de matemáticas en la Universidad de Jerusalén, que acaba de pasar una larga temporada en prisión por negarse a hacer el servicio militar.
La batalla del joven Jonathan en favor de la objeción de conciencia y del pacifismo apenas empieza, porque Israel se sigue negando a reconocer el derecho a objetar el cumplimiento del servicio militar obligatorio. En los dos últimos años, mientras el rebelde permanecía en prisión o confinado en una base militar, su voz llegaba al exterior a través de las declaraciones de su madre, Ofra, profesora de hebreo, y de su padre, Matanya, profesor de matemáticas de la Universidad de Jerusalén y hermano mayor de Sara, la esposa de Benjamín Netanyahu, uno de los líderes de la ultraderecha israelí.

Jonathan fue liberado hace pocas semanas, a tiempo para poder asistir a una especial celebración del Día de la Independencia, que congregó a los militantes radicales y de izquierda, en un acto de rechazo a las suntuosas conmemoraciones oficiales.

¿Cómo se hace uno pacifista? .

Ser pacifista no es el fruto de una decisión puntual, sino la culminación de un proceso, de una reflexión. Yo nunca tomé la decisión de ser pacifista, aunque siempre tuve muy claro que no quería ir al Ejército. A pesar de ello, hubo en mi vida un acontecimiento que me marcó. Tenía 16 años y fui con mis padres a Verdún, en Francia. Allí pude ver el cementerio donde están enterradas cerca de 800 personas, víctimas de la Primera Guerra Mundial. Comprendí definitivamente que aquello era inaceptable.

Siempre he creído que los ejércitos no son buenos. Los conflictos pueden solucionarse con acuerdos. Si miro hacia atrás, creo que ninguna guerra está justificada, salvo la Segunda Guerra Mundial. Todas las guerras las han decidido, en nombre del pueblo, los generales o quienes detentan el poder. Ellos envían gente al combate, sin importarles las consecuencias. Es una verdad en Oriente Próximo y en el resto del mundo. Yo no estoy dispuesto a participar en este juego.

¿Le ayudó su familia en este proceso hacia el pacifismo? .

Mi familia más directa o sea, mis padres, mi hermano y mi hermana pertenece a la izquierda tradicional israelí. Todos han pasado por el Ejército. Mi padre y mi madre se conocieron en la "mili". Es cierto que en la década de los 80 mi padre se opuso a la guerra de Líbano, pero nunca llegó a actuar como lo hacen hoy los refuseniks (los que se niegan a servir en el Ejército de Israel, los que se niegan a matar). Él simplemente se negó a cumplir con sus obligaciones en la reserva. De todas maneras, en estos últimos cuatro años, desde que me he metido en este lío, mi familia se ha ido radicalizando. Siempre he tenido su apoyo. El resto de mis parientes son muy de derecha.

Y su tío, el ex primer ministro Benjamín Netanyahu, ¿cómo ha reaccionado? .

De mi tío Netanyahu, marido de mi tía Sara, prefiero no hablar. Si tiene algo que decir, prefiero que lo diga él. Tampoco me gustaría hablar de mi otro tío, Hagi Ben Artzi, que es profesor de filosofía y vive en un asentamiento cerca de Ramalá. Hace poco declaró a la prensa que sólo saldría del asentamiento en un ataúd. En cualquier caso, mi familia es un claro ejemplo de la división en la que se encuentra sumido Israel, aunque tratamos de preservar cierta unidad familiar.

¿No cree que las discusiones sobre la “mili” son cada vez menos tabú en Israel? .

Estoy de acuerdo. El movimiento de los refuseniks está creciendo en Israel. Por eso las autoridades me condenaron a un año de prisión. Para el gobierno es un problema difícil de resolver, que les da miedo y que tratan de solucionar de manera drástica, aplastando a los rebeldes. Pero no funciona.

¿Cuándo fue su primer encontronazo con el Ejército? .

En diciembre de 1999. Acababa de cumplir 17 años y le dije a un general que no estaba dispuesto a ir al servicio militar. En mayo de 2000 fui enviado al Comité de Conciencia, que decidió aplazar mi incorporación un año. En junio de 2001, el comité determinó que tenía que ir a la "mili".

¿Y cómo explicaba su postura? .

Les dije: soy pacifista y no voy a ir a la "mili". Les ofrecí hacer, a cambio, un servicio civil, pero en Israel esta alternativa sólo existe para las chicas religiosas. Y los estudiantes de los seminarios judíos están exentos por ley, pero nada más.

¿No tuvo la opción de declararse enfermo mental, como hacen los que no quieren servir al Ejército de Israel? .

Es cierto, es una alternativa muy fácil. Cualquiera que no quiere hacer el servicio militar puede acogerse a esta triquiñuela. Sin embargo, he aprendido que defender aquello de lo que estás convencido es lo más importante que puedes hacer en favor de la democracia. Para mí, un patriota no es el que cuelga una bandera en el exterior de su casa. Ser un patriota es decir tu verdad, cualquiera que sea y a pesar de las consecuencias. No siempre las leyes tienen razón.

¿Y usted se metió en un lío y fue directo a la cárcel? .

Sí, el 8 de agosto de 2002. No había cumplido aún los 20 años. Aquel día me dieron la orden de incorporarme a filas. Me fui al cuartel de reclutamiento de Tel Hashomer, al este de Tel Aviv, donde tenía que recoger todas mis pertenencias de soldado. Les dije: no voy a recoger nada porque no estoy dispuesto a ir al Ejército. Un oficial me sentenció a 28 días de cárcel por rebeldía.

¿Cuántas veces lo han enviado a prisión? .

Siete: he pasado en prisión un total de 196 días. Siempre en la prisión militar número 4, cerca de Rishon Letzion, al sur de Tel Aviv. No ha sido fácil. Duermes en una tienda. Trabajas todo el día. Limpiando, siempre limpiando.¿Qué siente un muchacho de 19 años el primer día que lo encierran?.

Fue demoledor, nada fácil. No pude dormir; la cama estaba rota, el olor que venía del lavabo era insoportable y en mi habitación había otras 30 personas. Recuerdo que dormí en la litera de arriba me pasé la noche leyendo las inscripciones escritas por otros prisioneros. Al día siguiente me sentí mejor y en dos semanas era ya soportable; me acostumbré. Así pasé mis primeros 28 días. Después volví una y otra vez. Desde agosto de 2002 hasta febrero de 2003 no hice otra cosa que entrar y salir de la prisión. Hasta que me enviaron al Tribunal Militar. El juicio duró un año. En ese tiempo estuve confinado en una base militar. El martirio acabó hace unas semanas con una sentencia en la que me reconocen como pacifista, pero al mismo tiempo me condenan por desobedecer la orden de incorporarme a filas.

¿Y ahora qué? .

El último veredicto lo ha dado el Comité de Conciencia, confirmando mi calidad de pacifista, pero también dice que soy una persona egocéntrica y negativa, por lo que debo de ser apartado del Ejército. Recomendaron que fuera liberado. Y aquí estoy, en la calle.

Por fin, libre. ¿Estará usted contento? .

Estoy en la calle, pero no soy libre. El Tribunal Militar me condenó por haber desobedecido una orden. Me sentenciaron a dos meses de prisión y a pagar una multa de 2 mil shekels (340 euros). He decidido no pagar. He recurrido (apelado) la multa y estoy decidido a llegar al Supremo. También recurriré la resolución del Tribunal de Conciencia, que me acusó de ser una persona negativa. No soy una persona negativa, simplemente soy un pacifista. Y quién sabe, tal vez dentro de 20 años, haber sido un refusenik estará bien visto en Israel. Si la situación evoluciona favorablemente, de aquí a 20 ó 50 años, el refusenik será alguien respetable, no un traidor.

Ha tenido tiempo para reflexionar sobre este país, y en especial sobre el conflicto entre Israel y Palestina. ¿A qué conclusión ha llegado? .

La primera conclusión es que ninguna de las cosas que están haciendo ambos bandos está justificada. La violencia no ayuda a nadie. Es ineficaz e inmoral.

¿Realmente cree que los dos pueblos pueden vivir juntos después de tanta sangre? .

Sí, palestinos e israelíes viviremos juntos. Algún día tendremos que hacerlo, pero no me pregunte cuándo ni cómo.




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